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De aparejadora a ganadera


EVA TOCINO POSADO

GANADERA


La primera en saltar a la cabina del tractor es Chula, una perrita menuda y avispada de apenas dos años que está aprendiendo a manejar las vacas. Al llegar al prado, Chula baja de un brinco y se lanza tras ellas, rodeándolas para dirigirlas hacia el lugar donde Eva va a echarles el forraje. Como Chula, Eva también tuvo que aprender a manejar las vacas poco a poco.

Siete años atrás estaba en Madrid trabajando como arquitecto técnico, la profesión para la que se preparó estudiando en Zamora, cuando la crisis en la construcción la obligó a plantearse de nuevo su futuro profesional. Eva nació en Salamanca ciudad, pero su padre y abuelos proceden de San Muñoz, un pequeño pueblo del Campo Charro, donde acudía a pasar los veranos. Allí se acostumbró desde pequeña a jugar entre vacas y allí conserva amigos que se han dedicado al ganado. Por eso, no es de extrañar que se planteara convertirse en una ganadera de bovino, una idea que siempre le había gustado. 

El problema era que carecía de los conocimientos necesarios para desempeñar la labor. No tenía animales, tractor ni prados, por lo que todo lo tuvo que aprender gracias a los amigos de la infancia de los pueblos de al lado y a algún que otro curso que realizó en el centro de formación Lorenzo Milani donde aprendió los rudimentos del cultivo ecológico.

La oportunidad surgió de forma inesperada, cuando un tío de su padre de avanzada edad, le pidió que se hiciera cargo de sus diecisiete vacas durante los quince días que tenía que estar en reposo por enfermedad. Pasado el periodo de convalecencia les anunció que pensaba deshacerse de los animales porque se encontraba demasiado mayor para continuar y Eva pensó, ¿y por qué no me las quedo yo?



Los comienzos no fueron nada sencillos, invirtió todos sus ahorros, pidió un crédito al banco y también sus padres le apoyaron. Tuvo que irse a vivir con ellos, pues los primeros años todo fueron gastos. Ahora finalmente parece que empieza a ser rentable económicamente y está pensando en irse a vivir por su cuenta, aunque no resulta nada fácil encontrar una casa en alquiler y condiciones de habitabilidad por estos lares. 

Eva se baja del tractor que compró recientemente y donde ha cargado tres balas de paja. Ha dejado puesta la marcha atrás y el tractor recula sólo mientras ella va esparciendo el forraje con una horca. Es que si no lo extiendo los más pequeños no llegan a comer, estarían demasiado arremolinados, nos cuenta.  También para aprender a manejar el tractor ha necesitado algunas nociones de sus amigos y le va cogiendo el tranquillo poco a poco. 

Desde el principio tuvo claro que la suya sería una explotación ecológica. Lo hizo por convicción en la necesidad de volver a un método más respetuoso con el campo y los animales y por diferenciarse para encontrar un nicho de negocio. Por eso cultiva ella misma las vezas con la que suplementa la alimentación de las vacas.

Eva opina que la producción ecológica potencia el sabor de la carne y una textura más tierna.  A pesar de que sus animales sí que tienen la certificación ecológica, aún no puede comercializar por sí misma la carne como tal, ya que en los alrededores no encuentra un matadero con sala de despiece que tengan también la certificación. 




Cuenta con en torno a cincuenta animales, de los cuales, treinta y cinco los vende a un tratante de ganado ecológico y suele quedarse con nueve o diez hembras para continuar criando. Dice que como mucho le gustaría tener diez animales más, es el límite que pone para poder continuar manejándolas ella sola con la atención con la que le gusta hacerlo. En breve espera poder comercializar directamente la carne al consumidor. Si consiguiera vender así tres terneras por año se daría por satisfecha.  

Para conseguir esta venta directa ha ido formando un grupo de clientes que la han conocido en ferias como el mercado ecológico que se ha celebrado en la Lorenzo Milani, la feria ecológica de Zamora o Biocultura, la más grande de todas, que se celebra en Ifema, Madrid. También funciona el boca a boca. Necesita unas cuarenta familias que le hagan pedido por cada ternera. Todos son particulares que encargan tres o cuatro kilos de producto, aunque ya se han interesado algunos comercios especializados.

Cuando tiene pensado sacrificar una res, les avisa con dos o tres semanas de antelación comunicándoles el precio de cada pieza para que puedan hacer sus pedidos y el reparto se hace puerta a puerta. 

La lucha en el campo es contínua, hace poco perdió una vaca a punto de parir herida por un rayo y los buitres se comieron a un ternero recién nacido. Eva opina que es preciso continuar formándose. En breve acudirá a León para realizar un curso sobre productos gourmet y producción ecológico. 

Eva ve muchas oportunidades en los pueblos, bien transformando productos alimentarios o impulsando el turismo rural en el campo Charro.




 

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