ELVIRA PEREÑA SÁNCHEZ
CRUCEROS FLUVIALES
Atravesando un profundo surco de cuatrocientos metros de profundidad, entre rocas precámbricas de las más antiguas de la Península, donde se aprecian perfectamente los esquistos metamórficos que se elevaron debido a movimientos tectónicos y que aquí denominan “Uñas del Diablo”, a trescientos metros sobre el nivel del mar, al Duero lo sobrevuelan las protegidas cigüeñas negras y los alimoches que en los meses fríos emigran a África. También hay dos parejas de águilas reales que cambian de nido cada año para así desparasitarlo y cuando se sienten amenazadas por el acoso de las garduñas.
En el corazón de las Arribes nos encontramos con Elvira quien, a pesar de llevar el apellido Pereña, es nacida en Aldeadávila. En 1995 compró junto a su marido unas piraguas y dos motoras con las que enseñar el espectacular cañón del río Duero a todo el que se acercara a la Playa del Rostro. Dos años más tarde, decidió ampliar su empresa con una lancha zodiac y una embarcación de cuarenta y cinco plazas. Llevan veintisiete años enseñando a disfrutar del Duero con su empresa de turismo. Hace dieciocho adquirieron en Barcelona un barco más grande pues las enormes paredes de granito, los alimoches y los buitres leonados que se veían en el paseo atraían a más y más gente.
Según descendemos hacia el cañón, la temperatura aumenta un grado cada cien metros y encontramos árboles mediterráneos como la cornicabra, el almez, los quejigos, e incluso olivos, naranjos y limoneros sobre todo en la orilla portuguesa, más soleada que la española. En cañón esconde también otros tesoros en forma de plantas endémicas como el Dragón de las Arribes o la Chupera. Por todo ello fue declarado Parque Natural el año 2002, siendo el Parque Internacional más grande de Europa, con más de 100.000 hectáreas y albergando más de 100 especies de plantas.
Subimos al barco de cien plazas con una cúpula de poliuretano totalmente trasparente para no perder detalle y Elvira nos informa que debajo de nosotros hay 60 metros de profundidad.
El paseo guiado comienza en la Playa del Rostro, perteneciente al término municipal de Corporario para recrearse en el paisaje hasta llegar al Lastrón, en total unos 14 kilómetros. Para contemplar los 140 metros del muro de la presa de Aldeadávila, que una vez fue la de mayor producción hidroeléctrica de Europa y que ahora lo es de España, tendremos que asomarnos a los miradores del Picón de Felipe o el Mirador del Fraile.
Por la mañana los buitres sobrevuelan el cielo portugués mientras que las tardes se pasan a España por eso de aprovechar las corrientes térmicas cuyo calor les mantiene suspendidos en el aire. Si avanzásemos en dirección contraria llegaríamos a la presa de Saucelle y más tarde las tres presas portuguesas: Bemposta, Picote y Miranda do Douro.
El barco parte del pantalán y en los muros de piedra que abrazan al río descubrimos las pequeñas casas de los guardiñas de frontera, aquellos que velaban por impedir el contrabando de café y tabaco desde Portugal, que los avispados vecinos eludían tendiendo tirolinas entre ambas orillas por los parajes más estrechos.
En las peñas del río vemos cormoranes secando sus alas al sol tras zambullirse diez metros persiguiendo peces. El granito de las paredes, que es impermeable, deja discurrir el agua de las cascadas de la zona: el Cachón de Camaces, el Pozo Airón, el Pozo de los Humos en las cercanías o la del Arroyo del Remolino de Rupurupay que vemos desde el barco.
Elvira nos cuenta que había un cabrero que traía a este cañón a su rebaño caminando 20 kilómetros diarios. Cuando alguna cabra se quedaba en una peña inaccesible, el cabrero se descolgaba hasta allí con una soga para recuperarla. También gracias a la soga, lograba arrebatar al águila las presas que había llevado hasta su nido para comerlas él. En el lado portugués, los paisanos que no tenían tierras se dedicaban a la pesca de truchas y anguilas, pero tras la construcción de la presa, ahora abundan las bogas, black bas y luciopercas que pueden aprovecharse como pesca deportiva. El barco de Elvira es un punto de atracción muy conocido de la zona, lo que ha favorecido la aparición de alojamientos rurales, aunque echa en falta un servicio de guía especializado en patrimonio y naturaleza que enriquezca la visita.
Todos los años Vilvestre organiza una marcha popular que pretende dinamizar y dar a conocer la zona. En primavera y otoño acuden muchas excursiones provenientes de toda España, excursionistas aficionados al senderismo y se celebra una carrera de ultratrail por las Arribes. También vienen colegios. En verano aumenta la población de los pueblos y a excepción de los meses más fríos de enero y febrero, el turismo acude a visitar la riqueza natural del cañón del Duero desde su parte norte y a descubrir los yacimientos arqueológicos y el patrimonio histórico de la parte sur de las Arribes, incluida la Vía de hierro, el antiguo camino ferroviario ahora recuperado que parte de La Fregeneda. El Parque alberga también queserías, almazaras de aceite y bodegas.
Reciben visitas de portugueses provenientes de Oporto y Lisboa que cruzan la frontera por Bemposta. También de puntos tan dispares como Andalucía o el País Vasco que han sabido de ellos a través de su página web y gracias al boca a boca. Una buena parte del visitante es jubilado, gente con tiempo libre al que puede ofrecerse una propuesta de mayor duración con pernoctación de más días. Para ello es preciso coordinarse con todas las entidades y profesionales que trabajan en el sector. Son muchos los días que se precisan para poder descubrir todo el entorno.
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