JULIA CASTRO
ARTISTA
Extraer la belleza oculta de los materiales pobres, y crear poesía al contemplar el contraste de la amalgama de materiales en un principio antagónicos, son las herramientas con las que la artista Julia Castro pretende que nuestras sensaciones, recuerdos y sentimientos salgan a la luz.
La naturaleza está presente en un trabajo que se basa en materiales como el vidrio, el hierro, el barro y el esparto o las semillas, obteniendo piezas que no ocultan el proceso industrial, y que, sin embargo, presentan una inusitada levedad.
El impulso creativo le viene a Julia de familia: su tatarabuelo talló las puertas de la iglesia de Cespedosa, y su abuelo, agricultor de profesión, aprendió a tocar el acordeón de oído, mientras que y su madre volcó su imaginación en los trabajos de bordados y costura a los que Julia ha querido rendir homenaje en su última instalación.
En sus recuerdos de infancia Julia se reconoce en una niña muy tímida que revisaba y copiaba absorta las láminas de grabados que tenía su hermano mayor durante la noche, cuando todo el mundo se había ido a dormir.
Su trabajo nace de su mundo emocional, más allá del paisaje. A los catorce años salió de Cespedosa para ir a trabajar a un colegio de monjas en Salamanca. Un año más tarde lo dejó para estudiar delineante proyectista y ejercer después, primero en Madrid, para luego trasladarse a Barcelona donde viviría quince años ejerciendo en un estudio de arquitectura, compaginando desde un primer momento, su vida profesional con la vocación artística. Fue en Barcelona donde comenzó a realizar estudios de escultura, pues el acto creativo lo vincula como un proceso donde debe intervenir el tacto. Posteriormente abandonó el estudio de arquitectura para dedicarse a la enseñanza.
Sus primeras piezas figurativas las realizó en barro al que le aplicaba después una pátina para simular bronce. Lo mismo sucede con las piezas en escayola. El paso de la obra a bronce resulta muy costoso económicamente por lo que sólo algunas se fundieron en metal. Normalmente este último proceso sólo se lleva a cabo cuando se ha formalizado un encargo.
De una primera etapa figurativa, pasó a trabajar la piedra y el cemento con polvo de mármol para posteriormente, en su afán de descubrir nuevos materiales y descubrir las dinámicas de su funcionamiento, trabajar durante quince años con vidrio, buscando el camino por el que unirlo a la piedra, el metal y ligarlo con elementos vegetales. Su obra ha estado expuesta en diversas salas de Barcelona, Esplugues de Llobregat, Bolonia, Andorra, Gerona, Bruselas, etc.
El vidrio es un material muy complejo de trabajar: primero es preciso hacer un molde de barro y luego en cerámica sobre la que se realizará el vidrio en el horno en un proceso que nunca acaba de estar controlado. El trabajo con vidrio precisa de un horno especial el cual debe permanecer ocho días encendido para alcanzar la temperatura precisa de 900 grados. Luego precisa tres días más para bajarla de nuevo.
Tras de cuarenta años en Barcelona, hace tres que regresó a su Cespedosa natal, donde disponía de una casa y taller que le permitía abordar los nuevos proyectos centrados en grabado, joyería e instalaciones en los que trabaja ahora. El cambio de la gran ciudad al mundo rural no le ha resultado complicado. Pese a que acude a la Ciudad Condal unas cuatro veces al año, no le resulta tan necesaria la gran oferta cultural de una ciudad. El paisaje, los paseo y su huerto también le llenan.
Una decisión que les ha costado entender a sus amigos. Uno de sus últimos proyectos, aborda el tema de la emigración, a través de un grabado de ocho metros y otros de menor tamaño que cuentan el proceso de desarraigo. El último proyecto que ha expuesto parte del recuerdo de los bordados que realizaba su madre y es un proceso de introspección y homenaje de la búsqueda de su figura que se plasma en una instalación que ha estado expuesta en el convento de las Claras del siglo XV en Plasencia.
Para saber más: http://www.sierrasdesalamanca.es/revistaverano2023
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