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Mucho más que patatas


ROSA GONZÁLEZ SÁNCHEZ

INDUSTRIAL


Pafresgón nació en el año 2000 cuando los hermanos Antonio y Jesús González, decidieron abrir su propia empresa tras trabajar en otra del sector que existía previamente y que ya ha desaparecido. Empezaron en una nave situada en Pelabravo. dedicándose en un principio únicamente al pelado y troceado de patatas para venderlas frescas y envasadas al vacío, sin congelar, lo que se denomina cuarta gama, que deben consumirse en un plazo de siete días. Sus principales clientes eran colegios, catering y hostelería, que pronto comenzaron a solicitarles otros productos de alimentación, como aceite, tomate y similares. Con la incorporación de Miriam a la empresa, la hermana de Rosa, para realizar labores de administrativo se decidieron a abrir una nueva línea de negocio como proveedores de esos otros alimentos. 

En el 2008 Rosa regresa desde Gerona donde había tenido un negocio de hostelería y había trabajado en una inmobiliaria y se incorporó al equipo para trabajar de comercial, en un momento en que la empresa alcanzó a tener diez trabajadores.

Tras varios accidentes laborales del mayor de los hermanos, que derivaron en una incapacidad permanente y la salida de la empresa del otro hermano varón para hacerse cargo de la explotación ganadera familiar cuando se jubiló su padre, las dos hermanas se quedaron al frente de Pafresgón.

Ellas decidieron trasladar a una nave en Los Villares la parte de alimentación -que finalmente terminaron traspasando- de la que se haría cargo Miriam, quedando Rosa al frente de la planta de envasado de patatas. 





Para compensarlo, y dado que tenían relación con un gran número de agricultores, comenzaron a vender patatas recién recolectadas y sin tratar al mercado portugués. Finalmente, Miriam decidió emprender una nueva aventura empresarial en el sector de la cosmética y la belleza que siempre había sido su pasión, quedando Rosa actualmente como la única de los cuatro hermanos al frente de Pafresgón.

El mercado de las patatas fluctúa bastante, oscilando mucho el precio, si bien, desde la entrada en vigor de la Ley de la Cadena Alimentaria, se ha estabilizado un poco más. El aumento de los precios de los insumos como luz, gasoil, etc. también ha contribuido a que suba el precio del producto final.

Compran principalmente a proveedores de la provincia, si bien también adquieren en otras provincias españolas e incluso en Francia durante los meses en que los salmantinos aún no han comenzado a recolectar.

La top ten de las patatas es la agria por su versatilidad, pero los portugueses se decantan por la red scarlett, una variedad de patata roja, de ciclo largo y especialmente indicada para la cocción pero que también se utiliza para freír, que produce muchos kilos por mata, con lo cual es apreciada también por los agricultores, al salirles más rentable. Los productores suelen compaginar el cultivo de varias variedades para asegurarse la producción y la viabilidad económica.

Pafresgón produce varios cortes: bastón para freír en diferentes calibres, dados para calderetas – muy frecuentes en las fiestas de los pueblos-, la panadera para hacer tortilla o freír como patata chip, pelada entera, patata para ensaladilla y lo que denominan criba, que son los recortes sobrantes que se utilizan para elaborar cremas y purés. Lo comercializan en bolsas de cinco kilos.




Las patatas congeladas prefritas que utilizan las cadenas de comida rápida se importan desde fuera de España. Sin embargo, la mayoría de los espacios de hostelería la prefieren al natural, pues la diferencia al comerlas es apreciable.

Durante un tiempo, antes de la pandemia, llegaron a vender por toda España: Barcelona, Madrid, Zaragoza, Valencia, Sevilla… y también a través de las grandes superficies comerciales, o una de las principales empresas de catering para colegios de toda España pero la crisis de distribución que supuso la cuarentena, que repercutió en el estocaje de patatas que tenían en sus naves, les llevó a redimensionar el negocio, prefiriendo trabajar en corto y en un entorno cercano, ajustando sus compras a la demanda de unos clientes fieles y de costumbres ya conocidas que les evitaban lidiar con futuras incertidumbres de estocaje y fijando un precio estable con sus clientes. A raíz de ellos su plantilla se redujo hasta los tres trabajadores. 

Al cabo del año llegan a pasar dos millones de kilos de patatas por su almacén, lo que viene a ser diez millones de patatas, que les traen los agricultores en camiones. Entre merma y pérdida estiman que ese volumen desciende un 30% a la hora de comercializar. Desde los almacenes pasan a llevarlos hasta la nave donde las vuelcan en las tolvas y pasan a la cadena de pelado automático.

Todas se repasan manualmente con una puntilla para quitar las zonas golpeadas o los restos de piel que puedan haber quedado para ir luego al lavado y más adelante, a las máquinas de cortado, una diferente para cada tipo de los que ofrecen al mercado. Excepto una de ellas, producida en Zaragoza, el resto provienen de los países de centro Europa y se han ido adquiriendo paulatinamente. Finalmente se envasan y se pasan a las cámaras de conservación de donde pasarán a repartirlas ellos mismos entre sus clientes los lunes, miércoles y viernes. La producción la generan los martes y jueves, porque el género sale al día siguiente.



Rosa opina que podría llegarse a trabajar en una semana de cuatro jornadas, siempre que se mantuviese el compromiso de producción y reparto que tienen ahora. También opina que hay un buen número de oportunidades para emprendedores de carácter tecnológico en el mundo rural: como drones destinados a la fumigación y abonado desde el aire en terrenos en los que la maquinaria no puede entrar. También la implantación de maquinaria automática de recolección de patata o el uso de innovadores retenedores de agua para dispersar por los campos que liberen paulatinamente la humedad en las plantas sin perderla en el subsuelo.

















 

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